Desde el mullido sillón en que me encuentro
contemplo a través del ventanal
el negro de un mar que no veo
pero que se que está y que mantiene a,
ahora inmóviles,
flotantes embarcaciones:
faluchos grises despintados de pescadores verdaderos que ya duermen cansados
y blancos veleros pequeños cuidados de propiedad de piratas improvisados
que los fines de semana se convierten en capitanes
con garfios y patas de palo
y que los desenfundan
y hacen revivir sus velas y motores agripados.
La vision es hermosa. Privilegiada.
El negro de la rada en donde ahora duermen estos botes está bordeado por un extenso plano aclarado por cientos de puntos brillantes de ampolletas de mercurio de los postes del alumbrado publico de Caldera que iluminan a los escasos seres que borrachos a estas horas de la madrugada deambulan tambaleantes aparentemente desorientados en dirección a sus casas y provenientes de los burdeles que ya empiezan a cerrar en este puerto menor que no sabe sino ser lo que es.
Me veo caminando por el borde de la vereda para no tropezar con las piernas estiradas de un hombre de calle que duerme apoyado sobre el muro de barro de una casa deshabitada, soporoso por el alcohol que le ha hecho olvidar su marginada e irreversible vida.
A escasos metros de distancia otro varón en idéntica actitud e intemperancia.
Me detuve ante ellos y sin temor pude observarlos con la seguridad que nunca sabrán que alguien estuvo alli mirándolos.
De pelo cano rizado, largo y despeinado y de barba blanca de años, ambos. La piel de la cara del primero oscurecida por el sol de la pampa. La del otro no pude verla pero sus manos eran claras, limpias y cuidadas y sus harapos y su calzado eran de marca.
Quien será este humano dormido? y este otro?
Por que razones están cada uno de ellos en ese lugar y asi como les veo?
Cual será el oficio de cada uno hasta antes de hoy?
Me querrían contar sus dolores si estuvieran despiertos?
Podríamos contrastarlos?
Tengo la sensación de que el segundo es un un profesional instruido que decidió de pronto abandonar todo cuanto había construido y caminar por este mundo sin más meta que el caminar tomando en su visión cuanto se le presente, sin apego alguno y observando en el trayecto el cómo el género humano se esmera en ocultar que el camino indefectiblemente termina en la muerte y que por ello es banal el acopiar.
Me da pena sin embargo verle así, aparentemente solo y abandonado.
Quizá solo salió a caminar un rato como ahora yo y se trata solo de un recreo, de un preámbulo hacia el cambio total. De una experimentación. Quizá esta siendo consecuente con su lograda libertad y tras beber y adormecerse se sentó donde le dio la gana y cerro los ojos y se abandonó a soñar hasta el despertar.
De pronto se me hizo familiar.
El otro me parece mas real. Lo imagino habitante del lugar. Autentico en condición de calle. Abandonado por todos. Inexistente en realidad.
Se apagó la luz del farol cercano que ya había titilado anunciando la falla y desaparecieron las imágenes del trashumante imaginado y del genuino callejero cubiertos por un oscuro manto de sombras que los fundieron con la vereda.
Levanté la mirada y vi como por el final de aquella calle desaparecía el único otro ser que ví en este recorrido.
Las luces de las ventanas de la última casa que quedaba despierta terminaron por apagarse y se hizo el silencio total en esa calle marginal que velaría el sueño de los callejeros dormidos que ya habían quedado atrás de mi mirada.
Doblo en la primera esquina que enfrenta directamente a una playa olvidada en donde la espuma blanquecina lame reiterativa la arena sedienta a ya escasos metros de distancia.
Se extravía mi mirada en esa negrura brillante del agua. Atravieso su superficie y me sumerjo lentamente mientras avanzo sin titubeo y a poco me veo en la profundidad confusa del agua.
El nuevo espacio al que llego me es del todo desconocido. Tengo la sensación de que veo a través de un caleidoscopio y me veo yo convertido en mil colores y en mil formas inentendibles.
Me veo caminando sobre el suelo marino fácilmente y sin respirar porque no se hace necesario.
Se configuran ante mi senderos de arenas claras bordeados por huiros gigantes que graciosos parecen danzar movidos por corrientes invisibles sin música audible.
Camino con la tranquilidad que da el sentirse oriundo sin evidentemente serlo.
Camino confiado con actitud de estar solo pese a saber que son millones los seres que me rodean.
Me siento observado por todos y no veo a nadie.
Siento que crezco bajo el agua a un año por paso y mientras avanzo se que retorno y siento como se acorta la distancia entre mi cabeza y la superficie espumosa del agua.
Voy emergiendo sin alterar el paso y me encamino a casa.
Salgo. Absolutamente seco sin reparar en ello.
Miro el cielo estrellado que está mas denso que lo que recuerdo. Millones de estrellas.
Bajo la vista hasta encontrar la calle, la reja, la escalera y el piso de mi terraza.
Veo ahora mis pies y mis rodillas.
Me veo de pronto sentado en el mullido sillón, con el teclado del computador escribidor en mi regazo y mi atención puesta en un cuento que no se como empezarlo.
1 comentario:
No deja de sorprenderme la lucidez de un escritor que parece subdividirse, en este caso desde la bipolaridad, en lo que también siento como una incertidumbre eterna de cuan consciente o cuan azaroso es el propio destino.
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