27 enero 2019

cuento primero 2019


Desde  el mullido sillón en que me encuentro 
contemplo a través del ventanal
el negro de un mar  que no veo
pero que se que  está y que mantiene a, 
ahora inmóviles, 
flotantes embarcaciones:
faluchos grises  despintados de  pescadores verdaderos que ya duermen cansados 
y blancos veleros pequeños cuidados de propiedad de  piratas improvisados 
que los  fines de semana se convierten en capitanes 
con garfios y patas de palo   
y que los desenfundan 
y hacen  revivir sus velas y motores agripados.

La vision es hermosa. Privilegiada.

El negro de la rada en donde ahora duermen estos  botes está  bordeado por un extenso plano aclarado  por cientos de puntos brillantes  de ampolletas de mercurio  de los  postes del alumbrado publico de Caldera que iluminan a los escasos seres que borrachos   a estas horas de la madrugada deambulan tambaleantes aparentemente desorientados en dirección a sus casas y  provenientes de los  burdeles que  ya empiezan a cerrar en este puerto menor que no sabe sino ser lo que es.
Me veo caminando por el borde  de la vereda para no tropezar con las piernas estiradas de  un hombre de calle que duerme apoyado sobre el muro de barro de una casa deshabitada, soporoso por el  alcohol  que le ha hecho olvidar su marginada e irreversible  vida.  
A escasos metros de distancia otro varón en idéntica actitud e intemperancia. 
Me detuve ante ellos  y sin temor pude observarlos con la seguridad que nunca sabrán que  alguien estuvo alli mirándolos. 
De pelo cano rizado, largo y  despeinado y de barba blanca de años, ambos. La piel de la cara  del primero oscurecida por el sol de la pampa. La del otro no pude verla pero  sus manos eran claras,  limpias y cuidadas y sus harapos y su calzado eran de marca. 
Quien será este humano dormido? y este otro?
Por que razones están cada uno de ellos  en ese lugar y asi como les veo?
Cual  será el oficio  de cada uno hasta antes de hoy?
Me querrían contar  sus dolores si estuvieran despiertos?
Podríamos contrastarlos?
Tengo la sensación de que el segundo es un un profesional instruido que decidió de pronto abandonar todo cuanto había construido y caminar por este mundo sin más meta que el caminar tomando en su visión cuanto se le presente,   sin apego alguno  y observando en el trayecto el cómo el género humano se esmera en  ocultar que el camino indefectiblemente termina en la muerte y que por ello es banal el acopiar. 
Me da pena sin embargo verle así, aparentemente  solo y abandonado. 
Quizá solo salió a caminar un rato como ahora yo y se trata solo de un recreo, de un preámbulo hacia el cambio total. De una experimentación. Quizá esta siendo  consecuente con su lograda libertad y tras beber y adormecerse se sentó donde le dio la gana y cerro los ojos y se abandonó a soñar hasta el despertar.
De pronto se me hizo familiar.
El otro me parece mas real. Lo imagino habitante del lugar. Autentico en condición de calle. Abandonado por todos. Inexistente en realidad.
Se apagó la luz del farol cercano que ya había titilado anunciando la falla  y desaparecieron  las imágenes del trashumante imaginado y del genuino callejero  cubiertos por un  oscuro manto de sombras que los  fundieron con la vereda.
Levanté la mirada y vi como por el final de aquella  calle desaparecía el único otro ser que  ví     en este recorrido.
Las luces de las ventanas de la última casa que quedaba despierta terminaron por apagarse y se hizo el silencio total en esa calle marginal que velaría el sueño de los callejeros dormidos que ya habían quedado atrás de mi mirada.
Doblo en la primera esquina que enfrenta  directamente a una playa olvidada en donde la espuma blanquecina  lame reiterativa   la arena sedienta  a ya  escasos metros de distancia.
Se extravía mi mirada en esa negrura brillante del agua. Atravieso su superficie y  me sumerjo     lentamente mientras avanzo sin titubeo y a poco  me veo en  la profundidad confusa del agua.
El nuevo espacio  al que llego me es del todo desconocido. Tengo la sensación de que  veo  a través de un caleidoscopio  y me veo yo  convertido  en mil colores y en mil  formas  inentendibles.
Me veo caminando sobre el suelo marino fácilmente  y sin respirar porque no se hace  necesario. 
Se configuran ante mi senderos de arenas claras bordeados por huiros gigantes que graciosos parecen danzar movidos por corrientes invisibles sin música audible.
Camino con la tranquilidad que da el sentirse oriundo sin evidentemente serlo.
Camino confiado  con actitud de estar  solo pese a saber que son millones los seres  que me rodean.
Me siento observado por todos y no veo a nadie.
Siento que crezco  bajo el agua  a un año por paso y mientras avanzo se que retorno y siento como se acorta la distancia entre mi cabeza y la superficie espumosa del agua.
Voy emergiendo sin alterar el paso y me encamino a casa.
Salgo. Absolutamente seco sin reparar en ello.
Miro el cielo estrellado que está mas denso que lo que recuerdo. Millones de estrellas. 
Bajo la vista hasta encontrar  la calle, la reja, la escalera y el piso de mi terraza.
Veo ahora  mis pies y  mis rodillas.
Me veo de pronto sentado en el mullido sillón, con el  teclado del computador escribidor en mi regazo y  mi  atención  puesta en un  cuento que no se como empezarlo.














1 comentario:

svet dijo...

No deja de sorprenderme la lucidez de un escritor que parece subdividirse, en este caso desde la bipolaridad, en lo que también siento como una incertidumbre eterna de cuan consciente o cuan azaroso es el propio destino.

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