Mientras todos duermen,
desde la terraza,
miro esa lengua de mar que brillosa acusa
a una ciudad evidentemente despierta.
Imagino ebullen allí tantas vidas nocturnas.
Imagino allí tanta lujuria.
Me pregunto cuántos dramas se ocultan
entre las sombras de tanta luz.
Tanta luz que finalmente oscurece las visiones de los mañanas de esos insomnes
que disfrazan así su miseria.
Disfrazo yo,
mientras miro callado,
desde la terraza,
alejado de ese brillo mortecino,
la miseria mía.