Cierro los ojos.
Veo.
La arena de la exacta orilla,
Allí donde mueren en fina capa espumosa las olas,
que mojan mis pies desnudos
y establecen así el contacto real con esa inmensidad inmensa.
Esa a la que con inusitada frecuencia vengo
para obtener las visiones que me dan la alegría de lo reciente
y la orientación exacta para el camino inmediato.
Llega la brisa a mi cara con la humedad precisa
y con el sonido que mezcla el reventar de la ola con el de la resaca.
Están allí encriptados
informes del acontecer del planeta en cuanto a lo relevante para mi alma.
Repaso en segundos lo vivido en cada sentido evento.
A mi mente llegan en destellos imágenes recreadas de lo ocurrido real
superpuestas a las imágenes de lo deseado
y con la música de la emoción global de cada hecho.
No hay pauta ni orden cronológico.
Predominan las emociones.
No hay lógica en las asociaciones evocadas
pero hay certeza de su veracidad .
Escucho voces que me hablan;
que me cuentan sentires;
que me comparten dolores .
Escucho relatos.
Tristes.
Escucho secretos.
Felices.
Escucho sueños.
Escucho muertes.
La vida así resumida me llega desde el infinito ya oscuro
y comprendo en instantáneo lo esencial en lo profundo de mi respiro.