No estés triste Papá si notas que al abrazarte sollozo.
Son el placer de tenerte y poder decírtelola causa de la emoción que me aflora como lágrimas
y es la sensación del agradecimiento no expresado la que aprieta mi garganta.
Recuerdo cuando convencido vivía de que eras tu Tarzán y que mis compañeritos en la
escuela me escuchaban y me miraban incrédulos y burlones.
Hoy veo a esos amigos míos saludado simbólicamente a sus propios tarzanes
(ya idos ) y sé que ya no dudan de aquello que les conté hace 60 años.
Y ya no tengo que ocultar ese hermoso cuento.
Siéntate Papá a mi mesa que se ha preparado para ti y en tu honor este almuerzo
y déjate querer por favor
que necesito recuperar mi tanta pasada inexpresión culposa.
Así como mis hijas me han escrito ...
¡Quiero publicar con deshinibición este amor que te tengo Papá!