i pasó por la vereda de enfrente.
Creo que me miró. Creo.
Quizá solo lo imaginé porque siguió sin voltearse.
No enlenteció su paso.
i pasó por la vereda de enfrente y yo la miré.
Esperé que ella también me mirara.
Creí que así,
al cruzarse las miradas,
mi voz hablaría
y se restablecería mágico el contacto perdido hace tantos, tantos años
entre la estampida atropellante de lo cotidiano.
i imaginé que me miraba y que enlentecía su paso
y que yo le hablaba y le decía que nunca la había olvidado
y que ella sonreía y que me decía en voz muy baja mientras se iba
alejando...
i pasó por la vereda de enfrente y nos miramos.
i quise correr,
cruzar la calzada para alcanzarla
pero tuve temor.
Quizá el mismo temor que llevaban sus pasos.
Mientras esto,
parado en la vereda de enfrente,
con la emoción dolorosamente contenida,
las imágenes volvían a ser nuevamente recuerdos.
Y mi voz no salió para decir lo que quería.
y se empañó ni vista
y la vi alejarse.