Extremo sur de la avenida del mar, Coquimbo, como a las seis de la
tarde en octubre de este año (13) Me detuve de pronto
ante la visión. Exultante mi observador se robó con el lente de una cámara esta
ilusión.
-1-
Premisa
Creo no es casual que estas gaviotas se hayan posado aquí en este momento ni azaroso que yo esté
presenciándolo.
-2-
Observación e
imaginería
Ellas ( las gaviotas) en orden y en desorden descansan.
En orden desde sus
interpretaciones; en desorden desde las nuestras.
Tras un largo vuelo descansan.
Y siento que no están reunidas así solo porque coincidieron en el viaje y pienso que
no han tomado cada una la posición que han tomado en este arenal solo por azar.
Es esta recalada parte de una desconocida carta de navegación y
es también parte de un plan de vuelo la
posición del aterrizaje.
(Creo que las ubicaciones de cada momento de todos los seres
vivientes están biográficamente determinadas).
Imagino estas gaviotas como humanos en una instancia de reunión que no preciso.
Humanos en un cónclave no improvisado.
Sobre la arena cientos de ellos y con ellos miles de
posibilidades de hechos.
Arrejuntados, entremezclados. Unos pocos en solitario. Para
todos y para cada uno de ellos éste, un momento fugaz en sus vidas.
Somos tantos y tan diversos según el prima de cada uno de
nosotros y somos tan exactamente iguales según un ajeno prisma
escudriñador.
Si yo estuviera allí, me pregunto: ¿Dónde estaría? ¿Cuál
sería?
Reespecto de la sensación de ser distintos. Qué es aquello que nos hace diferentes?
Si yo vistiera a cada gaviota fotografiada a nuestra usanza
vería en esta foto cientos de manchas de colores y aun así solo gaviotas apiñadas. Coloridas y
trajeadas pero gaviotas al fin y al cabo.
Vuelvo a imaginarlas como humanos captados en un momento cualquiera de sus vidas, yo incluido en la imagen que imagino.
Digo…detenidos nuestros vuelos permanentes. Vuelos que resultan
ser la analogía del trabajo cotidiano que es, malamente, nuestra actividad más recurrente.
Detenidos para
dedicarnos fugazmente a un intercambio planeado,
deseado, siempre inspirador, siempre energizante.
Al cabo volveremos a emprender el vuelo viciado y hasta un
nuevo “detente”, quizá cuando.
Nuestro movimiento celular es perenne.
Pero podemos, como se aprecia, establecer detenciones. La voluntad
subyace en el quererlo.
Ir a detenernos en algún sitio hasta que la entropía nuevamente nos arroje a
la corriente.
Heme aquí escribiendo en una detención respecto justamente
de ello.
Detenido en las palabras, en pensamientos, en recuerdos.
Me detendré mañana en un canto improvisado para ti en la
guitarra.
Dejaré al solitario y me incluiré en la bandada a compartir el
vino y los escritos que aún no he digitado.
Escucharé la descripción exacta que hagan del cómo se ve el
camino desde otras tribunas.
El tiempo que dura la detención
observada es breve como breve es también la etapa total de vida del animal real
y del imaginado.
Las recaladas animales son
atavismos que dicen relación con la
dosificación instintiva de la energía vital para viajes trascendentes
para su género.
Me he visto en el grupo representado.
Formo parte de la bandada.
La individualidad explica la asociación voluntaria en duplas o
grupos.
Explica la disociación.
El viaje parece largo e
inagotable. Ante eso, breves y agotables los integrantes.
Estación tras estación vamos siendo reemplazados insensiblemente.
Volaré alto y volaré bajo.
En punta y al medio y atrás.
Volaré rápido y volaré lento.
Y me detendré cuanto pueda y
volveré a volar.
Pero mañana me posaré cansado en un arenal nortino
para que alguien si quiere me fotografíe e ilustre su tonto poema
y luego, mientras reanudan el vuelo mis polluelos,
dejaré que la arena me cubra y el
agua .
ON