16 noviembre 2013

Escala técnica



Extremo sur de la avenida del mar, Coquimbo, como a las seis de la tarde en octubre de este año (13) Me detuve de pronto ante la visión. Exultante mi observador se robó con el lente de una cámara esta ilusión.


 Intentaré meterme dentro de la emoción a describir lo que vi.


-1-
Premisa

Creo no es casual  que estas gaviotas se hayan posado  aquí en este momento ni azaroso  que  yo esté presenciándolo.

-2-
Observación e imaginería

Ellas ( las gaviotas) en  orden y en  desorden descansan.
En orden desde sus interpretaciones; en desorden desde las nuestras.
Tras un largo vuelo descansan.
Y siento que no están  reunidas así solo  porque coincidieron en el viaje y pienso que no han tomado cada una la posición que han tomado en este arenal solo por azar.

Es esta recalada  parte de una desconocida carta de navegación y es también  parte de un plan de vuelo la posición del aterrizaje.
(Creo que las ubicaciones de cada momento de todos los seres vivientes están biográficamente determinadas).

Imagino estas gaviotas  como  humanos en una instancia de reunión que no preciso.
Humanos en un cónclave no improvisado.
Sobre la arena cientos de ellos y con ellos miles de posibilidades de hechos.
Arrejuntados, entremezclados. Unos pocos en solitario. Para todos y para cada uno de ellos éste, un momento fugaz en sus vidas.
Somos tantos y tan diversos según el prima de cada uno de nosotros y somos tan exactamente iguales según un ajeno prisma escudriñador.


Si yo estuviera allí,  me pregunto: ¿Dónde estaría? ¿Cuál sería?

Reespecto de la sensación de ser distintos. Qué es aquello que nos hace diferentes?


Si yo vistiera a cada gaviota fotografiada a nuestra usanza vería en esta foto cientos de manchas de colores y  aun así solo gaviotas apiñadas. Coloridas y trajeadas pero gaviotas al fin y al cabo.

Vuelvo a imaginarlas como humanos captados en un momento cualquiera de sus vidas, yo incluido en la imagen que imagino.

Digo…detenidos nuestros vuelos permanentes. Vuelos que resultan ser la analogía del trabajo cotidiano que es, malamente,  nuestra actividad más recurrente.
Detenidos  para dedicarnos fugazmente a un intercambio  planeado, deseado, siempre inspirador, siempre energizante.
Al cabo volveremos a emprender el vuelo viciado y hasta un nuevo “detente”, quizá cuando.


Nuestro movimiento celular es perenne.
Pero podemos, como se aprecia, establecer detenciones. La voluntad subyace en el quererlo.
Ir a detenernos en algún sitio  hasta que la entropía nuevamente nos arroje a la corriente.

Heme aquí escribiendo en una detención respecto justamente de ello.
Detenido en las palabras, en pensamientos, en recuerdos.
Me detendré mañana en un canto improvisado para ti en la guitarra.
Dejaré al solitario y me incluiré en la bandada a compartir el vino y los escritos que aún no he digitado.
Escucharé la descripción exacta que hagan del cómo se ve el camino desde otras tribunas.
 
El tiempo que dura la detención observada es breve como breve es también la etapa total de vida del animal real y del  imaginado.

Las recaladas animales son atavismos que dicen relación con la  dosificación instintiva de la energía vital para viajes trascendentes para su  género.
Me he visto en el grupo representado. Formo parte de la bandada.
La individualidad  explica la asociación voluntaria en duplas o grupos.
Explica la disociación.

El viaje parece largo e inagotable.  Ante eso,  breves y agotables los integrantes.
Estación tras estación  vamos  siendo reemplazados insensiblemente.

Volaré alto y volaré bajo.
En punta y al medio y atrás.
Volaré rápido y volaré lento.
Y me detendré cuanto pueda y volveré a volar.

Pero mañana me  posaré cansado en un  arenal nortino
para que alguien si quiere  me fotografíe e ilustre su tonto poema
y luego, mientras  reanudan el vuelo mis polluelos,
dejaré que la arena me cubra y el agua .
ON



Av. Recoleta

  i pasó por la vereda de enfrente. Creo que me miró. Creo. Quizá    solo lo imaginé porque s iguió sin voltearse. No enlenteció su paso. i ...