26 julio 2015

BD G80




Oteo desde la ventana del celular  hacia la G80, WhatsApp  que se aparece como un mini telón en donde se proyectan las manifestaciones dramáticas de los más diversos exponentes voluntarios de temas libres en estilo, tema , duración, frecuencia, densidad e intensidad.




Reunión magistral en un aula magna del grupo total 73-80, de asistencia no controlada.

Se configuran, en cortometrajes, personajes que invitan a auscultar su personalidad y estilo  singulares y muestran proponentes textos resumidos que transparentan intereses tan disimiles y contrastantes como insospechables.
Se representan historias explicitas y para intuir; ajustadas y desajustadas, oportunas y extemporáneas, reales e inventadas.
Se ofrecen y piden ayudas; se solidariza real y virtualmente; se toman y se dan opiniones, ideas y  juicios. Se critican, describen y comparten situaciones y emociones individuales y del grupo de entonces.
Se reclaman y se detractan estatutos de manifestación por sí y por no; se cela la prudencia; se sobre exalta la ética; se comprende y justifica cada caso; se reconoce el cariño final.
Se protege la existencia del chat. Se dan y se omiten opiniones públicas. Se ejercitan invisibles chats privados.
Se muestran algunos varios de sus integrantes a través de opiniones jugadas y de fotos; se insinúan otros cuantos; se ocultan los más.
Se retira un jugador y se informa. Se ingresa uno nuevo y se nota.

Se otea. Se otea.

Para el pintor cada vez el chat tiene una paleta distinta de colores sobre los que predomina diariamente uno distinto.
Para el músico cada vez el chat tiene un ritmo y un tono y un decibel distinto sobre los que predomina diariamente un género.
Para el creyente tiene la suma de los buenos deseos de cada intimo credo
Para el agnóstico resabios de la tribalidad humana.
Para el medico el apoyo orientador de su par mas versado.
Para el compañero nostálgico el  chat significa el reencuentro mágico con el ser de un septenio imborrable.

Para el escribiente es una ventana permanentemente abierta para exponer los textos de lo pensado.

Para el tertuliante noctambulo el espacio para gritar la frase concluyente de la noche.

Para el amigo el cartel para dibujar el corazón del no cumpleaños; para hacer el pegoteo del chiste encontrado compartible.

Para el solo observador, el chat es el objeto para mirar y guardarse para si o para después en privado su comentar.

La puerta está abierta para todos.
Una vez adentro puedes hacer nada y luego salir. Puedes hacer nada y quedarte. Puedes anunciarte; puedes gritar que estas. Puedes  apenas carraspear para que se te note.  
La puerta estará abierta siempre. Cuando salga el último no la deberá cerrar por si otra generación quiere ocupar el mágico espacio y prosperar. 

Pulula incipientemente el germen de una proposición de ser que transformaría el hacer y acudimos confiados porque creemos es una posibilidad  de vencer la utopía social añorada y  milenariamente enterrada por nosotros mismos.

01 julio 2015

Lecciones






-1-


Hay tanta sabiduría en el actuar de la naturaleza y tanto ignorar en nuestras mentes.







Estas  son algas,  flores y plantas del mar, que el mar ha expulsado de sus profundidades.
O quizá fueron ellas las que - incorporadas efectivamente al universo - se desaferraron y se entregaron a las corrientes para salir y fenecer en la playa.





-2-




De frente a las olas y a la imagen de inmensidad imponente del mar,
con  la tenue luz en banda que se configuraba al final de la mirada,
intento extraer desde la línea que marca precisa el límite entre el cielo y el agua,
lo que  para mí están diciendo. . . :  

- el mar con su sonido grave , constante y cadencioso,
- las olas y el viento que las forma,
- la arenilla que se deja arrastrar a trechos largos,
- las algas cansadas y moribundas que se asolean relajadas,
- los chanchitos ocultos bajo los hoyitos crateriformes al borde mismo del agua recién retraída,
- los pilpilenes  arrancando rápidos de la olas acabadas que interrumpen  cíclicamente su      recolección de comida viva
- la espuma burbujeante de la ola muerta  que desaparece succionada por la arenosa base  y
- la brisa que choca en mi cara y revuelve mi pelo y me advierte de  su fuerza.

Son cientos, miles,  las respuestas que me llegan como chispas cortocircuitadas.

- Miles las imágenes entrecortadas.
- Miles los colores del agua marina crispada.
- Miles las varianzas en centésimas del frescor del aire.
- Miles las sensaciones de quietud.
- Miles las ganas que nacen.
- Miles las inspiraciones. Miles las emociones. Miles los sentires.


Allá, 
al final, 
detrás de esa horizontal tan recta y alcanzable jamás, 
está quien – creo en  mi incordura - responde mis interrogantes.

Me siento frente a esa ilusión de infinito y espero que lleguen a mí 
las respuestas encriptadas que ordenaran para bien mi vida.

Cultivando el escuchar a través de todos los sentidos 
veo como llegan a borbotones los estímulos,las pistas, 
las directrices convertidas en luces, en soplos, en frescores, en colores, en sonidos.

Chispas abstractas de ideas deshilvanadas explosionan como furiosas olas rompientes aquí en mi mente.

Fundida toda esa esta información  se alinea correcta y  naturalmente el pensamiento con mi alma.

Reparo en como en mi andar cotidiano, apurado y  desconcentrado
ignoro,  desconozco, no escucho y no siento …
las voces del entorno que me envuelve y que parecieran querer opinarme cariñosas.


Observar frente al mar se transforma de pronto en un observarme a mi mismo.


Imagino que desde un punto mínimo de ese final horizontal  que enfoco 
estoy yo mismo mirando hacia la orilla de la playa. Mirándome.

Imperceptiblemente, tras olas y olas que se agotan a mis pies y cuando los graznidos de las gaviotas  se apagan con  el sonido aletargante del viento 
y cuando la brisa consigue amoldarse completamente a la forma de mi cara y la percibo ya solo como temperatura…

Aparece desde el  fondo, ante mí, dentro de mí, el concepto del existir, 
sensacionalmente  entendible.

Se establece una mezcla entre las interrogantes que me brotan  y las respuestas recibidas desde mi propia percepción de mañana. 
Se amalgama lo que soy con lo que debo y quiero ser.


-3-

Nadaba ya   exhausto  hacia la playa que veía o quería ver cercana. 
Ya no podía dar una brazada más por lo que esperaba que una ola furiosa, brava, me envolviese y me arrastrara veloz  y me varara cuanto antes en la arena.

Mi barco había zozobrado a pocas millas de alli hacía algunas horas. 
Quedó a la deriva y sin tripulantes.
Este había sido un viaje en el que el trazado de rumbo me consideraba solo. 
Antes, mucho antes se fueron desembarcando y  mudando a sus propias embarcaciones 
mis tripulantes cuando ya calificaron como timoneles y navegan ahora sus primeros mares, escogidos razonablemente más calmos y más cercanos a las costas.

Mi compañera de viaje, 
timonel experta en tempestades y madre de las marineras tripulantes ya desembarcadas accedió se hiciera este zarpe solo  porque entendía desde hacía mucho que  yo necesitaba enfrentarme a los monstruos de los mares de mis sueños  para librar una  batalla procrastinada por años.

En ese campo de contienda  debería yo vencer o morir  en el intento por atisbar la esencia de mi ser y aceptar y  entender el motivo fundamental de mi terrenal estadía.
Después de ello sería posible  recién entregarme en plenitud a vivir.

Debía entonces pese al deterioro físico sufrido por el naufragio y la angustia por la nueva y desconocida condición, ir al encuentro desafiante de los monstruos que se suponía además se ocultaban expresamente  intimidantes en esta isla que es además mi isla permanentemente orientadora. 
Debía  enfrentarlos y debía  vencerlos.

Descansé - porque era imperioso - gran parte del resto del día en la blanca y cálida arena de esa playa. Me deje acariciar por los rayos de sol  hasta quedarme dormido placido y relajado.

Soñé.

Desperté cuando el sol  mostraba menos de la mitad de su circunferencia en la recta línea del horizonte y los arreboles le otorgaban un ambiente mágico a ese cuadro del fondo.

Me levante y gire dejando el sol a mis espaldas para inspirar un “vamos” necesario y adentrarme en el follaje que delimitaba la playa.
No sentía miedo. Siempre supe que llegaría el día en que me enfrentaría a los protagonistas de mis pesadillas y siempre había tenido íntima fe  en que cuando llegara ese día, los vencería.  Sin embargo pese a ello tenía la angustia por no saber cómo físicamente serian  mis enemigos ni que estrategias intelectuales usarían en mi contra y por ende que armas exactamente debería yo preparar inteligentemente para vencerlos.

Con la valentía que te dan los años por considerar que ya no tienes mucho que perder 
se proyectó en mí la actitud vencedora con la que me adentré en esa frondosidad  desconocida.

Sorteé los primeros escollos de ramas y hojas gigantes y raíces aéreas enredadas hasta llegar a un semiclaro parcialmente iluminado aun por la claridad residual de la tarde que se extinguía.

Parado casi al centro de ese espacio, 
rodeado completamente por la jungla sentí de pronto que estaba preso, 
atrapado por la naturaleza salvaje que sin tocarme siquiera me había aislado. 
El silencio era total. 
No sentía ni el ruido del mar que había dejado hacía poco rato 
ni el viento de la playa 
ni los graznidos de los cormoranes 
ni crujidos de ramas ni nada. 
Solo silencio infinito.

Me senté. 
Necesitaba darle tiempo a los acontecimientos. 
Intuía que no debía adentrarme más. 
Que era exactamente hasta allí donde debía llegar y en donde se desarrollaría la batalla final. 
Debía esperar su llegada.

Y allí estaba. Entregado total a esa realidad y al acontecer. 
Esperando ansioso aparecieran aquellos seres irreales y abstractos que han dado a mi navegar  un permanente rumbo serpiginoso y que toman con indeseada frecuencia el timón de mi barca y la alejan siempre de la civilización que me reclama y a  la que por largos periodos manifiesto no querer regresar.

Se hizo la noche. Era tal mi motivación que no dimensione el tiempo ocupado y relajado pero expectante y energético seguí  en esa posición meditativa a la espera se presentaran ante mi quienes yo esperaba lo hicieran.

Creo que dormité. 
Creo que soñé.

-4-

Un ruido blanco me desconecto y me hizo  abrir los ojos. 
Ya no estaba ni en el claro imaginado esperando, no estaba en la isla, ni en el barco zozobrado ni en  el final del mar  mirándome.

Volvia a estar en la playa  enfrentado  meditivamente al infinito. 
Recupero los sonidos mundanos y siento frio en mi cara y en mi cuerpo. 
La inmovilidad me ha hecho bajar la temperatura y tirito. Sin embargo me abriga la quietud  de saberme reorientado. 
El aire inspirado sobredistiende mis pulmones y luego se va en un exhalar largo y mantenido. 

Concluye asi una nueva conversación conmigo mismo.
Me incorporo y sacudo la arena de la ropa.
Me vuelvo y camino de regreso a la guarida.
Me voy pensando.


-5-


Son las algas las que han salido a exponerse al sol como final de su camino marino. 
No es el mar quien las ha expulsado.

Es la playa quien las recibe y guarda y es el sol del mediodía quien las deshidrata amoroso para convertirlas en fibras multicolores de alfombras de playa.







Fin

Av. Recoleta

  i pasó por la vereda de enfrente. Creo que me miró. Creo. Quizá    solo lo imaginé porque s iguió sin voltearse. No enlenteció su paso. i ...