Hay puntos ciegos en la ciudad.
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37 |
En espacios terrosos muy irregulares configurados espontáneos entre viviendas básicas municipales brotan, sin agua, habitáculos de materiales desechados reciclados como casuchas indignas amontonadas.
Cubículos residenciales con muros que son muestrarios de maderas y aglomerados cercados con mallas raschel azulinegras y calaminas y otros trozos de zinc aplanados.
No son “Villas” ; son “Tomas”.
No se ven desde las calles trazadas; hay que buscarlas entre intersticios.
No están catastradas y sus numeraciones son del 1 en adelante mientras las del perímetro comienzan en el 1000.
Un hombre con una joven acompañante llevaban rato deambulando entre esos recovecos buscando una casa. La 37.
El sol perpetuo del norte había desteñido por completo los números blancos pintados a mano sobre las tablas de portones y puertas de las entradas a los sitios.
Estaban frente a un portal mal hecho que daba paso a un antepasillo estrecho polvoriento y reseco, espacio de vivir de dos perros chicos bulliciosos: uno de raza indefinida y otro claramente terrier enano de pelo duro.
Una mujer salía apurada. Se veía impaciente. Esperaba Que llegara con lo encargado su hijo mayor, el de ocho años, que había sido enviado por primera vez solo, a comprar al negocio del barrio , dos cuadras mas abajo .
Nos puede Ud. ayudar a encontrar la casa 37 señora? le dijo la joven acompañante con evidentes signos de estar ya cansada de recorrer a tientas.
Sorprendida por la pregunta y desconfiada apuntó con la mano la suya. Es esta, la mía.
“Quiero de regalo una cena navideña para mi y mis hijos” dijo el hombre mirándola fijamente a la cara, esperando su reacción.
Absolutamente sorprendida no podía entender como ese extraño sabía de esa frase pronunciada por ella días atrás en el seno de sus piezas.
Pusieron en sus manos una caja grande que contenía una exquisita y completa cena navideña para cuatro. Le entregaron ademas tres paquetes de regalo: uno para un bebé, uno con un juguete para un varoncito de tres años y otro , un balón de futbol de 32 cascos , para el de ocho.
Ella lloraba de emoción sin decir nada. No podía creer lo que le pasaba.
Esos puntos ciegos dentro de la ciudad no lo fueron tanto esta navidad para la casa 37.