05 febrero 2018

El Casorio de mi hermano Pato




Se había detenido el vagón en una  estación intermedia 
porque mamá se sintió un poco indispuesta 
y requería del apoyo de enfermería.
Yo y mis hermanos esperamos jugando 
entre los asientos y los bultos 
a que regresaran papá y mamá para continuar 
con el viaje que comenzaba a entretenernos  
y cuyo destino final no era cuestión  de nuestra incumbencia.

Despues de muchísimo  rato (no recuerdo cuanto)  que se nos paso insensible porque jugábamos sin las restricciones acostumbradas ,
los vimos aparecer  caminando por el andén, 
acercándose muy lentamente. 
Papá traía un bolso en una mano y con la otra
abrazaba   a mi madre que traía entre sus brazos, 
acunado, 
un bulto cubierto con chales  al que miraba fijamente 
con la ternura tan propia de ella dibujada en su rostro.

Subieron al vagón, al nuestro, al tiempo que el pito de la locomotora avisaba la reanudación del periplo.

Reparamos de inmediato en que mamá ya no tenia su barriga hinchada como antes de bajar en la parada. 
Nos tuvo que explicar con un  relato breve y muy preciso que el bebe que incubaba se había sentido incómodo, apretado ya en su guatita porque había crecido y el espacio le quedaba chico y ademas  había  decidido salir porque quería  conocer a sus hermanos: nosotros. 
Por eso la parada y por eso la enfermería y por eso tanto rato.
Este es vuestro hermano, nos dijo ,  mientras el bultito dormía plácido en un  canasto  de mimbre especialmente adecuado, a su lado. 
Nosotros alrededor mirábamos embelesados. 
Agregó:  le llamaremos  Patricio.

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Han pasado desde  ese lejano momento 50 estaciones y sus paradas  y seguimos viajando.
Mamá ya no. Se despidió hace algunos años  porque , dijo, tenia que ir a preparar nuestros espacios para cuando llegáramos al final del camino. Ella siempre se ha preocupado por el bienestar de cada uno de nosotros  y de cualquiera que se encontrare dentro del espacio en que habitamos. Por eso no nos pareció extraño que decidiera abandonarnos y esperamos confiados reencontrarla al terminar este viaje.

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Al momento tengo ya ocho nietos en total de cada una de mis cuatro hijas.
De mis tres hermanos tengo seis sobrinos en total. Dos de ellos , ya  jóvenes adultos, hijos de mi hermano Pato.


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El tren en que viajo, el mismo, se ha detenido hoy   en una parada heterodoxa   kilometros antes de la estación numero 50.
Me asome a la ventanilla y descubrí en el lugar  un camino de tierra bordeado de arboles al fondo del cual una  casa de campo al momento  rodeada por una gran concurrencia de personas elegantemente vestidas reunidas en   grupos que reían y gesticulaban en animadas conversaciones.  Dispersadas alrededor de la casa y  a la vera de una blanca  piscina incrustada en una extensa alfombra  de césped peinado rigurosamente claramente esperaban el comienzo de un evento.   

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Impulsado por una emoción galopante rebusqué en el baúl de la ropa mas elegante que he comprado  (y que me acompaña por años)  y saqué los   antiguos trajes usados en los matrimonios de mis hijas. Casi todos   de tallas bajas, casi juveniles   que no había regalado porque albergo,  como muchos,  la secreta esperanza de que con algo de dieta y de gimnasio rescataré el tallaje de antaño y los podré volver a lucir.  
Hubo uno que si pude abrochar y que sentí cómodo.  

Ya disfrazado de formal  bajé la escalinata y me adentré en la comparsa  para confundirme  entre la gente como un invitado más sin despertar sospechas.
Al cabo de poco rato y de varios saludos descomprometidos y de solo  formalidad para desconocidos amistosos, una voz en off en ocultos parlantes anunció el comienzo de la ceremonia: Matrimonio civil  privado.

Ahí estaba yo, 
elegantemente vestido a espaldas de los novios,  
de frente a la piscina, 
en primerísima fila.

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Bajo el ancarpado blanco dos hileras de mesas preparadas para un ciento  con una  principal al fondo que las encuadraba y que evidentemente estaba reservada para los novios y los demás principales del evento.
Sentado en la primera mesa desde la entrada desfilaron ante mi los comensales que se fueron acomodando selectivamente lugares allá y lugares acá. 
El azar sentó a mi lado a un matrimonio algo mayor, comerciantes gastronómicos locales , acampados totales  que declarando tácitamente como grupo de cena  a la mesa mía y a la ellos,  me integraron como si me conocieran desde siempre y me contaron mientras comíamos, en forma jocosa entretenidas anécdotas y sucesos de esa tierra con los que reí de buena gana. 
Después del postre se generó espontáneamente el momento  de los sentidos discursos. 
Sin inhibiciones el micrófono fue amplificando el sentir expresado improvisadamente por muchos de los asistente. A decir verdad (y en virtud del estilo extrovertido comunitario), por casi todos. Casi.
De pronto frente a mi una mano extendida me apuraba un microfono con la  clara indicación de que era mi turno de discursear y dirigirme a los novios y a la concurrencia con un  texto atingente y en mi calidad de hermano mayor del novio.
No podía negarme.  No debía. Y porque habría de hacerlo?
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El hermano mayor del novio.
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Patricio Rafael. Hermano mio. El menor:  
Con tu permiso  mencionaré algo solo  porque es atingente  al sentido de este acto.
Tienes ya casi casi cincuenta años. Verdad hermano?
Has decidido, tras veinte y cinco de total convivencia con Sole,  formalizar,  ante un   público amorosamente seleccionado,  tu union.  
Tu union ya ejecutada.  
Has decidido ritualizar en privada / pública ceremonia 
la estampación de  tu firma en la hoja principal de la libreta 
que en nuestra constitución declara por fuerza de ley 
la  union civil  entre dos que asi lo quieren. 

Y tu lo has querido desde siempre.
Y sin rubrica ninguna la has consumado.

Hoy, haciendo uso  de tu ya  avezada creatividad, 
nos has convocado para presenciar una declaración de amor desenfadada, irónicamente estructurada, 
extemporánea para el vulgo, 
perfecta para las sensibilidades no azarosamente aqui  reunidas.

Acá estoy hermano
desde el principio
para aplaudir tus decisiones, disfrutar de tus logros
y para verte lucir gozoso ese anillo dorado.

Nada cambiará  de lo bueno. Créeme
Es solo distinto  ahora el que hay muchos testigos 
de lo has gritado y sellado.

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Vuelvo al vagón que me viene llevando.
Siento el pito del maquinista que apura al resto.
Nos vamos. Todos arriba viajando.
Solo que en distintos carros del mismo gusano.
Te propongo Pato y a mis nuevos conocidos
que nos vayamos juntando a discursear o a cantar  y a bailar 
en cada parada 
hasta antes de llegar al destino.
Te parece hermano?

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1 comentario:

yelica dijo...

Así fue, tal cual! lleno de emosiones, de esas que se disfrutan..me parece muy bien los de juntarse a cantar, bailar y discursear con todos aquellos que se suban al gusano de esta pequeña pero gran familia! te amo!

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