Y enfilé caminando hacia el fondo del patio.
La caminata no puede ser ahora fuera de casa a causa de la pandemia y de la cuarentena que debemos respetar.
Fui lentamente caminando, conversando conmigo mismo en el silencio de mi pensar mirando detenidamente cada planta de las que aún se erigen resistiéndose al otoño que ya empezó.
Llegué al final del patio, al tunal que me separa del fondo del del vecino y volteé.
A mitad del trayecto andado me había detenido a la vera de la casa gigante de muñecas construida para mi primera nieta que tiene ya 15 tiernos abriles.
Cada tabla de esa construcción se me representó como cada año pasado desde el día aquel de su construcción. Desde cuando ella entraba jugando a cocinar con las miniaturas de utensilios que entonces eran de su escala.
La pequeña puerta entreabierta dejó salir todos esos momentos en los que la vi convertida en miniatura de dueña de casa y me vi a mi entrando apretado invitado a degustar de sus platos deliciosos con alimentos de plástico.
Ignacita! …Amor! …Estás adentro? …me pensé preguntando.
Evidentemente ya no, tristemente me contesté pensando.
Pestañé y seguí caminando con la lentitud que necesitaba para detener la mirada en la esencia de cada planta, de cada hoja, de cada rama, de cada flor.
Arriba las copas de los arboles altos se mecían suaves provocando un oscilante sonido y sus ramas rasguñaban el cielo dándole forma entretenida a las escasas nubes blancas que complacientes se dejaban deformar e iban pasando.
Había visto recién el documental (hoy famoso) del asilo de ancianos escudriñado por el “agente topo” y quedé, hasta ahora, con el sabor amargo del reconocer que muchos seres lindos terminan su vivir allí y así y me parece terrible.
Terminar en un lugar así que si bien puede estar muy bien adecuado está, pese a todo, lejísimos de toda la historia de la vida de aquellos y todo lo material allí está, si bien disponible, es totalmente desconocido y carente del calor de sus historias de vida. Es decir: un sitio lleno de vacío y eso es terrible.
Siento que ellos deben sentir lo que yo cuando…
Me llegan como ráfagas los recuerdos de aquella vez cuando pequeño que me sentí extraviado y solo en un parque de diversiones que había llegado a la ciudad y al que me habían llevado como premio por mi conducta ejemplar.
Recuerdo en la garganta y en el pecho la angustia y siento que todavía lloro por verme solo en el mundo si bien rodeado de miles de seres sonrientes y desconocidos mirando a todos lados menos a mi y yo con la visión mareada en el tiovivo por el que había ido pero desde el que no podía encontrar la imagen de quien de la mano me había llevado y que era papá.
Se había convertido en castigo que me llevaran allá.
.
Lo del documental., el asilo aquel, pareció entonces estar muy lejos para mi, de nosotros.
Pero ahora siento que no.
No siento realmente que esté así de tan lejos.
Y no digo que esté pensando que mi final será en un lugar como la casa de “reposo” aquella sino solo digo que no está ya lejos el día, el año en el que calificaré como dentro de la cuarta, o la quinta o la “ultima” edad como para poder ser aceptado en una institución igual si es que hipotéticamente me postularan.
Pero no lo harán.
(¡Creo!)
En veinte años mas tendré ochenta y cuatro.
Muchos de los vejestorios que vi en el film tenían esos tantos y ya estaban allí.
Hace veinte años atrás tenia cuarenta y cuatro me prometí entonces cambiar fundamentalmente el rumbo de mi existir y no me cumplí.
Y si esos veinte pasaron asi de veloz
¿porqué debo suponer que los que se vienen no se den igual?
Y bueno pues, me digo mientras observo una fila de hormigas que he descubierto enfilando hacia no se adónde desde la taza del plátano que no quiere crecer pese al riego y reparo en que una de ellas cargaba en su espalda a otra y aparentemente difunta. Y como si nada.
Eso amargó aun más la rara sensación que llevaba en el pecho y en la garganta.
Es la muerte un temazo.
El evento cúlmine que nos llegará transversal e indefectiblemente a cada uno de nosotros y es el evento al cual de ordinario le tenemos Terror.
Sin embargo (reparo y digo) es algo que le ocurre al cuerpo (¿solo al cuerpo?) en menos de un segundo y solo por una única vez.
¿porque tanto miedo entonces?
En tanto y por otro lado, es la vida misma la que me permite ahora estar entre las tunas y las hormigas observando, pensando y disfrutando del hacerlo. Y es que esta vida ocurre todos los días replicada en cada hora, en cada minuto, en cada segundo.
¿porque aplicarme a resolver el misterio de la muerte si tengo la titánica tarea de resolver el de la vida?
Si estoy de pasada en este planeta, me pregunto siempre y ahora otra vez:
¿que debo lógicamente hacer para justificarlo?
¿que se supone es lo que debemos hacer?
¿que debo recolectar en este periplo para llevármelo al “mas allá” cuando me deba ir?
Esta más que claro que nada material está permitido en el embalaje de ese anunciado viaje.
Claramente todo lo material obtenido deberá quedarse.
Deseo sea amorosamente compartido entre todos aquellos en los que se deba minimizar la desigualdad que por error social les afecta y a sus proles.
Que tontera esto de reparar en las hormigas.
Cambio la orientación de mi mirada al tunal al que ya había llegado y me asiste la certeza que no es fácil reordenar lo acopiado durante tantos años si no fue estructurada su incorporación con un sentido claro de futuro.
Futuro en el que siento ahora ya me hallo.
¿Y como podría deshacer lo hilvanado si no fue hecho pensando en función de dejarlo algún día?
Y es que lo pienso ahora.
Tendré por tanto que trabajar en esto.
Es necesario hacerlo.
Quiero mañana volver al tunal a mirar mi pasado,
a disfrutar del momento en este mi rincón privado del planeta que hasta hoy me resultaba desconocido y a soñar con el mañana inmediato que me reclama y porque está emprendiendo el viaje y lo hará esté o no yo embarcado.
Mañana es lunes.
Trabajo.
Ohhhh! Noooo! que desagradable reconexión con la realidad.
Al menos he logrado ver, en esta breve caminata dominical lo que deberá (debería) ser mi posicionamiento fundamental.
Incorporar uno y rápido dos y luego tres y cuatro y cinco días más a este andar por los espacios en los que encuentro al ser que deseo ser.
Mañana será un gran día.
FIN