Me pondré nuevamente la misma vieja pilcha raída pero dominguera para salir a encontrarme conmigo y así, con el cuidado y la pulcritud que merece mi ser, por lo menos de mi.
Día de la introspección ya habitual.
Antes de salir he preparado una bandeja en la que llevo un tazón con té de hojas calientito, un pastel con forma de corazón y una tarjeta manuscrita.
Es que hoy lo primero que haré es llevar esta mínima y pobre expresión de tributo a quien dio todo su ser para hacerme existir y con su luz dirigió mi andar para que llegara a ser el que soy.
Me he asomado a la ventana y he mirado hacia el cielo transparente
más allá del cual se que está mirándome eternamente velando mis sueños y mi andar.
Le dicen mis pensamientos:
“Si ves que pese a los años que han pasado te sigo llorando al recordarte es porque me alegra hasta ese llanto el saberte conmigo en cada uno de mis respiros.”
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