04 febrero 2022

Infinitesimal

Cierro los ojos e inspiro tan profundo como puedo y tantas veces hasta sentir que estoy plenamente conmigo mismo.

Los abro y camino lento, muy lento. Al aire libre admiro el paisaje y mi entorno inmediato.

Me detengo a poco andar  para acercar la mirada a una flor que siento claramente  me llama con su color.   

Pequeña  y fresca  despliega su hermosura en un rincón casi invisible de un área común y ordinaria.

La congelo entre mis imágenes memorizadas y escucho me dice que se ha cumplido el motivo de su existencia. (?) Que ya con que alguien  la haya descubierto y admirado y que haya provocado en el la emoción del comprender la esencia el existir...  puede entonces marchitarse.


La visión me hace sentir como un viviente  mínimo y transitorio e irrelevante ante la inmensidad  de lo diminuto y microscópico que con asombro descubro pese a haber estado siempre ante mis ojos.

Para contrastar mi visión miro al cielo y veo el color del infinito. Color de fondo sobre el cual flota sin aletear un enorme huairao que luego descansara en la ribera de la laguna que bordeo y que espeja para mi (y para todos) el mismo cielo. 

Aun mas mínimo y transitorio e irrelevante me compruebo.


Pese a esta cruda revelación siento soy  parte de este cosmos  

que no esconde su hermosura 

para quien se permita recorrerlo.


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