19 agosto 2020

H

Una bofetada fría, violenta,  instantáneamente descompuso mi estado , quebró mi habla y retuvo mi llanto.

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Era 1980  y empezaba mi vida laboral en lo que era el comenzar de la realización del sueño de  toda mi vida.

Llegaba a Copiapó, ciudad hasta  entonces desconocida, alejándome  de todos los míos para iniciar mi vida laboral, independiente definitivamente  del  seno paterno.

Absolutamente independiente se iniciaba la concreción de mi sueño.  

Varios como yo llegaron  pocos antes, con el mismo afán. 

Incorporé entonces entusiasmado como amigos nuevos a algunos de estos   jóvenes  colegas  que también  como yo llegaban a iniciar el sueño de ser médicos.

Hospital Regional de Copiapo. Horario completo. Turnos de urgencia. Iguales.


A poco andar iniciaba gozosamente  la forja de mi patrimonio.

Se genero  espontaneamente  un grupo de tres incipientes doctores amistosa e informalmente asociados que crearon orgullosos un mínimo primer centro medico  para atender privadamente en  especialidades groseramente definidas según sus nuevos sueños de especialidades.

 

Yo desde siempre soñé con ser obstetra y así definí  mi consulta. 

JC eligió la medicina general  con cierta inclinación a los viejitos y a los pulmones y 

H se definió como traumatologo que era lo que queria.

Arrendamos una hermosa casa esquina muy central , amplia, con suficientes habitaciones para cada consulta  y sala de espera e incluso un laboratorio clínico que se nos unió también en sus inicios.


Pocos años después nos separábamos para irnos cada uno a las especializaciones que había soñado si bien la mia varió desde la obstetricia hacia la radiología por lindas razones que celebro.

De vueltas en Copiapó,  en diferentes tiempos,   nos volvimos a relacionar  orgullosos desde nuestras flamantes especialidades aportando plenos a la ciudad que habíamos adoptado como aquella a la que nos íbamos a entregar laboralmente.


Fui creciendo como persona y como profesional  y en ese crecimiento siempre estuvieron también estos colegamigos.

Mi casa, mis enseres, mis hobbies  fueron  compartidos en  gran medida.

Nacieron mis hijos y jugaron como pares  con los hijos de estos pares mios.

Y estos hijos nuestros  fueron creciendo y lentamente se fueron distanciando 

y mientras nosotros fuimos lentamente envejeciendo   tambien  nos fuimos alejado  

o  por razones laborales o por  razones familiares 

más nunca se nos apagó  ni el afecto ni el  acercamiento profesional en  la calidad de interconsultores eternos 

adquirido desde los albores de nuestros ejercicios.



Este muy  mezquino resumen significa  cuarenta años.  

Cuarenta años de mi vida con tantos  momentos  determinantes en los que actuaron significativamente mis mencionados compañeros.

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La bofetada vino desde el teléfono. Lo que escuché partió  como un cuchillo filoso mi ser y separó en mi cuerpo irreversiblemente una parte de mi biografía haciéndome sentir un gélido  dolor en el  alma.


Murió Harry Wilson, simplemente me dijeron.


integrante indisoluble de mi biografia. 


Adios  querido colegamigo. Gracias por todo lo que me regalaste en el andar compartido.

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