Se sentó en el mismo sillón de siempre del living de su vieja casa con su tazón de té de hojas recién servido como era ya su costumbre después de almorzar.
El sol se colaba por la amplísima ventana cuadriculada que daba al patio interior en donde a esa hora nadaba la tortuga recién deshibernada en la pileta apagada.
El silencio reinaba intenso.
Al cabo de un rato su recorrido visual se detuvo en la muralla del fondo en ese espacio de la que colgaban antiguas fotografías sepias de antiguos parientes ya ausentes, otras coloridas de pequeños que a la fecha ya están convertidos en padres y fotografías de bebés que ya ahora son escolares.
En la mente imágenes disociadas de recuerdos de años del periodo 74-80 que no cuelgan en ningún muro de esa casa pero que se proyectan siempre nítidas en cada sesión de remembranzas que están siendo cada vez mas frecuentes.
Se encontró en los recuerdos de conversaciones fragmentadas con seres queridos de los que no ha vuelto a saber nada desde entonces. Se sobreponen atropelladas conversaciones con otros compañeros felizmente reencontrados tras décadas , en el lugar más bello del planeta, pero de los que ya tampoco ha sabido en los últimos años.
Recorrió nuevamente los pasillos y los patios de la casa universitaria. Se rio y compartió tristezas en algún recreo reposando sobre el pasto.
Fue por la colación más barata que ofrecía el casino de Laurita a la hora del hambre que eran todas..
Se subió a la micro repleta en la esquina de Gamero y recorrió en su mente cada intersección del recorrido hasta llegar a La Cisterna, hora y cuarto después pero ahora en menos de un minuto.
Una detonación lejana como diez kilometros proveniente de una tronadura minera remeció como si fuese temblor la casa de quincha y barro e interrumpió la mirada ausente sin provocar ningún asombro.
Alcanzó su bebida aun caliente , bebió un sorbo y suspiró contento por haberse visto con esos queridos de ayer allí en su casa.